Dentro de cada persona, existe un monstruo. Muchos de nosotros ni siquiera sabe de su existencia, ignoran que en ellos habita un instinto bizarro, un gusto pecaminoso.
Otras personas se han topado con ese monstruo de frente, de golpe. Palidecen en el momento, no sabían de ese instinto y por ello no saben que hacer; sin embargo, después de unos minutos de análisis han caído en la razón de que son ellos mismos, con temor y duda abrazan al monstruo. Con el pasar de los días, los años, de las experiencias logran dominar esos instintos grotescos y egoístas. Saben a que personas les pueden mostrar esa parte de ellos que, a la mayoría, les daría rabia pues no lograrán entender cómo alguien es capaz de hacer lo que ese monstruo hace con tanto gusto.