De los tantos defectos que tengo, los más sobresalientes son mi inseguridad, mi falta de constancia y mi orgullo. SĂ, inseguridad para empezar hacer algo, y si lo empiezo falta de constancia para terminarlo y si tropiezo, orgullo para levantarme y seguir.
No me gusta la derrota, de hecho, me parece que todo ser humano debe valerse por sĂ mismo y no depender de nadie, ni siquiera emocionalmente y si tropieza no debe permitir que lo vean, porque esto puede ser motivo de burla o peor aĂşn, se pueden aprovechar de tu estado vulnerable para sacar algĂşn provecho (estas lĂneas que acabo de escribir sĂłlo demuestran lo mal pensado que se puede llegar a ser, y eso es otro defecto).
No es fácil reconocer tus defectos como persona, es más, yo dirĂa que todos hacemos el examen de consciencia, sabemos en quĂ© fallamos, pero pocos hacen el intento de cambiar, y soy constante en esa afirmaciĂłn porque muchas veces he hecho ese examen de conciencia y pocas veces he corregido esos errores, a veces creo que los engrandezco más.
No es malo tener defectos, de hecho, todos los tenemos, lo malo es no corregirlos y peor aún no reconocerlos y cuando hablo de reconocerlos no es de gritarle al mundo que los tienes, me refiero a saberlos llevar, a convivir con ellos y a mejorarlo, digo convivir con ellos porque hay defectos que no se pueden quitar y esos defectos que no se quitan, son los de afuera los que te hacen sentir de uno u otro modo diferente de los demás, ya sea porque eres bajito, gordo,