Hace ya algún tiempo entendí que la felicidad es una actitud de vida, no una meta. Que no debo depender de nada ni de nadie para vivir feliz. Que se lo que quiero, y también lo que no quiero. Que uno debe de amar inteligentemente, no meras infatuaciones y emociones. Que si no protejo mis sentimientos y mi corazón, voy a andar a cuestas, cantazo a cantazo. Que no debo rogar ni mendigar atención ni afecto, el que me quiera bien y el que no también. Que uno siempre debe respetar para obtener respeto. Que en una relación ambas partes tienen los mismos derechos y responsabilidades. Que nadie es mejor que nadie. Que uno vale por lo que es, y no por lo que tiene. Que si estoy solo, es una decisión personal y no un fracaso. Que no debo dejar que nada ni nadie perturbe mi paz, la cual
mucha gente no tiene y desea.
Nada en la vida es más importante que la paz y la felicidad. Son tesoros que no todos logran alcanzar.
